El cabello era rojo, como el fuego, como todo el calor que uno queria sentir en el invierno o como el color de fiesta de los arboles al llegar el otoño.
Era toda una ceremonia levantarse en las mañanas y darse ese ratito personal de belleza para consentirse un poquito. Pero con ella no era la cara, los ojos, el maquillaje o las cremas. No, para eso no tenia tiempo, o, dicho de otra manera, no queria preocuparse. Su cabello era lo principal, era su brillo, y por eso tenia toda la variedad de peines y cepillos, prensas, shampoos, rinse, cremas y un par de secadoras...
Le encantaba oir como la gente en la calle la piropeaba por su pelo... como brillaba! que lleno de vida estaba! que bonita se veia!
A su perro no le gustaban esas personas demasiado, porque se acercaban mucho y le cortaban el camino, pero ella era feliz...
Por eso, al enfermar de cancer y recibir la terapia su brillo se apago: cada dia fue cayendo de a pocos sus destellos rojos, la felicidad en su cara... todo... y eso no le ayudo...
Que otra cosa podria dibujarse en su imaginacion como su maxima expresion de belleza, cuando no podia ver?
Todo era gris, y no le importaron sus ojos verdes o las pecas que tenia en la cara y que su novio contaba en las noches... nada servia y eso no le servia a ella...
Hasta que el dia de su cumpleaños recibio dos regalos inolvidables: una peluca roja y un anillo de compromiso: con un rubi encima.
Y brillo de nuevo!
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