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jueves, abril 14, 2011

Corre corre


A las 6:28am tomé el tren hacia Munich. Tenía 4 meses de no hacer eso y nunca lo había hecho tan temprano, es la verdad.
Mi novio me había acompañado a la estación y habíamos comprado juntos 1 tiquete que sirve para ir y regresar y da derecho a usar todo transporte público dentro de la ciudad. Iba por mi matrícula en la Universidad.
Leyendo "La Metamorfosis" de Kafka se me pasaron minutos de minutos hasta que llegó el controlador. Allí me vino el punto desequilibrante del día: el tiquete no era válido sino a partir de las 9am y me exponía a una multa... pero yo no sabía y me aceptaron mi explicación.
Tenía que comprar otro tiquete allí mismo con el propio controlador pero la máquina no aceptó mi tarjeta... así que junté el dinero que llevaba y compré el tiquete... (otro para el metro tuvo que ser comprado después)
Llegando a Munich y ya en territorios de la Estación del Este me sentí extrañamente cómoda, en medio de tanta gente...
Creí haber olvidado las rutas del Metro, no fue así. Creí que me iba a sentir extraña, tampoco sucedió...
Ya en la Universidad, sabiendo que existía la posibilidad de que no pudiera concluir los trámites o que del todo no me dejaran iniciar el proceso, inicié el recorrido laberíntico planteado por los rótulos rojos que guiaban hasta la sala F007. Allí estaba ya una amiga adentro. Y yo?
Tuve que dar un rodeo.
De 8am a 10am era la matrícula, a partir de las 10am abrían una oficina que me tenía que hacer una declaración para la matrícula porque sí tenía un problema en medio de tanto documento. Hasta las 11am fue la oferta de una mujer para hacerme por aparte la matrícula.
Mi amiga tuvo también un problema (de hecho más serio que el mío porque justo en este momento va en un tren que se dirige a Italia) pero me acompañó hasta la oficina...
Estaba muy ventoso, muy oscuro y bastante frío.
Desde el resguardo observamos cómo la fila, frente a un compartimento metálico con puerta cerrada que luchaba por ganarse la denominación de "OFICINA", se iba haciendo cada vez más larga... había que estar allí, aún sin tener la certeza de cuando llegaría su inquilin@ temporal.
Hubo más viento, cayó granizo, y cada vez nos congelábamos más gente junta, la mayoría extranjeros.
La mujer del compartimento metálico llegó 15 minutos tarde y habían 5 personas antes que yo. Tenía 45 minutos para hacer el trámite y caminar de vuelta para matricularme...
Pero el punto desequilibrante llegó: mi caso era complejo, una contradicción legal, sobretodo a futuro, y ella tuvo que usar su teléfono y yo el mío... fueron 10 minutos o más, no lo se.
Sólo se que con los papeles en la mano, contra viento y granizo y a 10 minutos de ser las 11am mis esfuerzos estaban puestos en llegar donde la mujer que me podía matricular luego de las 10am.
11am: una yo sin aliento, frente a una puerta de madera gris completamente cerrada tocaba 1 vez, esperaba un momento y tocaba una vez...
-Seguro se fue -pensé y tomé mis cosas dispuesta a darme la vuelta y continuar mi día asimilando que tenía que regresar al día siguiente; pero de repente, la puerta se abrió y salió un chico 40 centímetros más alto que yo y me dijo que la mujer decía que le diera un momento.
¡No se había ido y me iba a atender!
La cosa más tranquilizante fue que dentro, lo primero que comentó curiosa fue: -¡Ah! usted tiene 29, bueno casi 29... Es que yo también nací en el 82 y ya los cumplí-
A partir de ese momento sabía que el asunto iba a terminar bien. No importó que no quisieran revisarme el título del tamaño más monstruoso, y por lo tanto incómodo, que había traído, o que al hacer 1 pregunta otra mujer fuera cortante conmigo, porque -"DAS GEHT DOCH NICHT!" (Eso no puede ser)-.
Lo logré, me matriculé, me defendí y conseguí lo que quería, conservando un estilo intachable de elegancia y dignidad en la pelea.

martes, abril 12, 2011

Prohibido mojarse


Desde la ventana veo llover...
"Afuera de seguro huele a tierra mojada" - pienso.
Y de repente me acuerdo que aún cuando la tierra mojada huele tan rico, en general le huía, porque "¡Cuidado se enferma!".
Todo es más caótico cuando llueve (sobretodo en las calles de Costa Rica) y el corre corre se volvía un hecho real histérico porque había que huírle al agua, aunque la misión sin sombrilla o paraguas fuese llanamente imposible.
Creo que lo que más me pegaba en ese momento era precisamente la prohibición a enfermarse, porque estaba realmente prohibido.
De carajillos, cuando uno estaba en la escuela estaba tan prohibido que el castigo número dos (porque enfermarse no es bonito) era que luego uno tenía que ponerse al día y entregar todas las tareas a tiempo, como si no hubiera faltado nunca y los viruses ya no estuvieran haciendo fiesta por dentro.
Después, en el Cole, la amenaza eran los famosos exámenes (sobretodo los de Bachillerato) -"Vea, cuídese, no se vaya a enfermar que ya vienen los exámenes y usted no puede faltar"
(faltar:no tener futuro::no tener futuro:¿cuál es su familia?)
Y ya el Non-Plus-Ultra de todo: trabajar... sobretodo en un medio de comunicación.
Ahí si es cierto que uno no tiene derecho a enfermarse, porque si uno falta es EL caos, porque nadie más que uno puede hacer las cosas que uno hace, porque... no les daba la gana contratar más gente... lo que -de vuelta al derecho a enfermarte- impedía doblemente enfermarse...
Un par de veces hice radio sin voz... suena paradójico ¿no? Pues es verdad. Lo máximo que conseguí, fue que me dejaran "hablar" sólo 2 veces por hora, cosa que, sumado al aire acondicionado no me devolvió la voz por una semana.
Y yo le huía a la lluvia y le huía al viento y le huía a todo lo que pudiera enfermarme, porque no tenía derecho... Y ¿saben que fue lo primero que hice apenas tuve chance después de renunciar? EMPAPARME DE PIES A CABEZA caminando lentamente por más de 1 kilómetro hasta llegar a la casa, donde todos me dijeron... ¡Ay Ana! Te vas a enfermar...
Pero yo tengo derecho, y también la lluvia tiene derecho a besarme la piel. He dicho.