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miércoles, marzo 12, 2008

El hijo instruido y sabio

En un tranquilo pueblecito, lejos de la caputal, vivía un matrimonio: don Paco y doña Lola. Tenían un único hijo que nació después de muchos años de matrimonio, cuando ya habían perdido las esperanzas de tener hijos. Tal vez por eso, todo parecá poco para Ricardito.

A pesar de ser bastante pobres, don Paco y doña Lola hicieron grandes esfuerzos y sacrificios, para que Ricardito pudiera estudiar. Después de terminada la enseánza primaria, lo mandaron a seguir sus estudios a un famoso colegio de la caputal. Allá estuvo el muchacho durante dos aós seguidos sin volver a la casa. Sus padres no podían pagarle el pasaje para que fuera a visitarlos los fnes de semana o e tiempos de vacaciones.

Pero ese año, y gracias a que a don Paco le fue muy bien con la cosecha de papas, por fin pudieron mandarle el pasaje.

En el colegio adelantaron el día de salida a acaciones. Por lo que Ricardo llegó un día antes a la casa. Don Paco y doña Lola no lo esperaban. Ya se habían sentado a comer cuando el hijo tocó la puerta de la casa.

La alegría de los dos viejecitos fue muy grande. doá Lola tenía que secarse a cada momento las lágrimas, que de puro contento le corrían por las mejillas. Inmediatamente lo sentaron a la mesa. Mientras doña Lola iba a la cocina a buscar algo que darle al hijo recíen llegado, a don Paco se le querían salir los ojos a fuerza de contemplarlo. Estaba seguro de que Ricardo era uno de los jóvenes más inteligentes. Además con el estudio, que tantos sacrificios le había costado, el muchacho debía ser un maestro, casi un científico, dueño de toda la sabiduría de aquel colegio de la capital.

Pero lo que no sospechaba don Paco era que durante esos años el muchacho había perdido lo principal. Había perdido la humildad. La sencilla casa de campo, con sus muebles de madera, le parecía ridícula. Las palabras de sus padres le sonaban tontas y no entendía las lágrimas de su madre.

Después de que el padre y el hijo habían cambiado unas cuantas palabras, llegó doña Lola con dos huevos pasados por agua, que era lo único que tenía en su cocina. Los puso sobre la mesa y ya se preparaba a servírselos a Ricardito. En ese momento un mal pensamiento cruzó por la mente del muchacho. Con un gesto de burla cogió los dos huevos y escondió las manos debajo de la mesa. Luego, poniendo una cara muy seria como de persona muy sabia, sacó un huevo y enseándoselo a su papá le preguntó:

"¿Cuántos huevos hay aquí?"

Don Paco, muy sorprendido, contestó: "Uno, hijo mío".

Entonces Ricardito, sacando los dos huevos al mismo tiempo, le preguntó de nuevo a su padre: "Y aquí, ¿cuántos huevos hay?"

Don Paco, con mucha calma, contestó: "Pues dos, por supuesto".

Ricardito, con una sonrisa de triunfo, le dijo muy contento: "Pues un huevo que teníamos primero y dos que tenemos ahora, suman tres. Por lo tanto, tenemos tres huevos en esta mesa".

Doña Lola se quedó muy seria viendo a su hijo. Y con mucha seriedad también tomó los dos huevos. Le sirvió uno a don Paco, se sirvió ella el otro y luego, dirigiéndose a Ricardito, le dijo: "El tercer huevo, cómaselo usted".

(Cuento extraído del libro almanaque Escuela para Todos de 1976)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Usted ha hecho que escarbe en mi mente el vago recuerdo de un cuento que había leído muchos años atrás. El recuerdo era muy vago hasta ahora, que lo vuelvo a leer.

Gracias!!