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martes, marzo 25, 2008
SSSSSSSSSSSSSSSSSShhhh!
Este sitio se encuentra actualmente "EN PRODUCCIÓN"... así q tengan paciencia. :P
jueves, marzo 20, 2008
Cambios
Así como el segundo anterior a este ya no es presente, este sitio va a cambiar radicalmente. Probablemente responda a una necesidad de la creadora de hacer algo, ultimamente me siento inutil... es hora de hacer algo y q lo primero se refleje en el cambio de esta dimensión...
No se perderán las entradas antiguas, pero el sitio va a cambiar de nombre y de look...
Espérenlo :)
No se perderán las entradas antiguas, pero el sitio va a cambiar de nombre y de look...
Espérenlo :)
miércoles, marzo 12, 2008
todo claro
No te quiero,
te espero para luego
porque ahorita no puedo,
ni quiero.
Yo decido
no me encandilan
el sueño es motivo
para virar si me miran
Nadie es mi equilibrio más que yo misma
por nadie mi esencia sería pospuesta.
No te quiero
No me quedo
No te espero
No hay solo un cielo.
te espero para luego
porque ahorita no puedo,
ni quiero.
Yo decido
no me encandilan
el sueño es motivo
para virar si me miran
Nadie es mi equilibrio más que yo misma
por nadie mi esencia sería pospuesta.
No te quiero
No me quedo
No te espero
No hay solo un cielo.
El hijo instruido y sabio
En un tranquilo pueblecito, lejos de la caputal, vivía un matrimonio: don Paco y doña Lola. Tenían un único hijo que nació después de muchos años de matrimonio, cuando ya habían perdido las esperanzas de tener hijos. Tal vez por eso, todo parecá poco para Ricardito.
A pesar de ser bastante pobres, don Paco y doña Lola hicieron grandes esfuerzos y sacrificios, para que Ricardito pudiera estudiar. Después de terminada la enseánza primaria, lo mandaron a seguir sus estudios a un famoso colegio de la caputal. Allá estuvo el muchacho durante dos aós seguidos sin volver a la casa. Sus padres no podían pagarle el pasaje para que fuera a visitarlos los fnes de semana o e tiempos de vacaciones.
Pero ese año, y gracias a que a don Paco le fue muy bien con la cosecha de papas, por fin pudieron mandarle el pasaje.
En el colegio adelantaron el día de salida a acaciones. Por lo que Ricardo llegó un día antes a la casa. Don Paco y doña Lola no lo esperaban. Ya se habían sentado a comer cuando el hijo tocó la puerta de la casa.
La alegría de los dos viejecitos fue muy grande. doá Lola tenía que secarse a cada momento las lágrimas, que de puro contento le corrían por las mejillas. Inmediatamente lo sentaron a la mesa. Mientras doña Lola iba a la cocina a buscar algo que darle al hijo recíen llegado, a don Paco se le querían salir los ojos a fuerza de contemplarlo. Estaba seguro de que Ricardo era uno de los jóvenes más inteligentes. Además con el estudio, que tantos sacrificios le había costado, el muchacho debía ser un maestro, casi un científico, dueño de toda la sabiduría de aquel colegio de la capital.
Pero lo que no sospechaba don Paco era que durante esos años el muchacho había perdido lo principal. Había perdido la humildad. La sencilla casa de campo, con sus muebles de madera, le parecía ridícula. Las palabras de sus padres le sonaban tontas y no entendía las lágrimas de su madre.
Después de que el padre y el hijo habían cambiado unas cuantas palabras, llegó doña Lola con dos huevos pasados por agua, que era lo único que tenía en su cocina. Los puso sobre la mesa y ya se preparaba a servírselos a Ricardito. En ese momento un mal pensamiento cruzó por la mente del muchacho. Con un gesto de burla cogió los dos huevos y escondió las manos debajo de la mesa. Luego, poniendo una cara muy seria como de persona muy sabia, sacó un huevo y enseándoselo a su papá le preguntó:
"¿Cuántos huevos hay aquí?"
Don Paco, muy sorprendido, contestó: "Uno, hijo mío".
Entonces Ricardito, sacando los dos huevos al mismo tiempo, le preguntó de nuevo a su padre: "Y aquí, ¿cuántos huevos hay?"
Don Paco, con mucha calma, contestó: "Pues dos, por supuesto".
Ricardito, con una sonrisa de triunfo, le dijo muy contento: "Pues un huevo que teníamos primero y dos que tenemos ahora, suman tres. Por lo tanto, tenemos tres huevos en esta mesa".
Doña Lola se quedó muy seria viendo a su hijo. Y con mucha seriedad también tomó los dos huevos. Le sirvió uno a don Paco, se sirvió ella el otro y luego, dirigiéndose a Ricardito, le dijo: "El tercer huevo, cómaselo usted".
(Cuento extraído del libro almanaque Escuela para Todos de 1976)
A pesar de ser bastante pobres, don Paco y doña Lola hicieron grandes esfuerzos y sacrificios, para que Ricardito pudiera estudiar. Después de terminada la enseánza primaria, lo mandaron a seguir sus estudios a un famoso colegio de la caputal. Allá estuvo el muchacho durante dos aós seguidos sin volver a la casa. Sus padres no podían pagarle el pasaje para que fuera a visitarlos los fnes de semana o e tiempos de vacaciones.
Pero ese año, y gracias a que a don Paco le fue muy bien con la cosecha de papas, por fin pudieron mandarle el pasaje.
En el colegio adelantaron el día de salida a acaciones. Por lo que Ricardo llegó un día antes a la casa. Don Paco y doña Lola no lo esperaban. Ya se habían sentado a comer cuando el hijo tocó la puerta de la casa.
La alegría de los dos viejecitos fue muy grande. doá Lola tenía que secarse a cada momento las lágrimas, que de puro contento le corrían por las mejillas. Inmediatamente lo sentaron a la mesa. Mientras doña Lola iba a la cocina a buscar algo que darle al hijo recíen llegado, a don Paco se le querían salir los ojos a fuerza de contemplarlo. Estaba seguro de que Ricardo era uno de los jóvenes más inteligentes. Además con el estudio, que tantos sacrificios le había costado, el muchacho debía ser un maestro, casi un científico, dueño de toda la sabiduría de aquel colegio de la capital.
Pero lo que no sospechaba don Paco era que durante esos años el muchacho había perdido lo principal. Había perdido la humildad. La sencilla casa de campo, con sus muebles de madera, le parecía ridícula. Las palabras de sus padres le sonaban tontas y no entendía las lágrimas de su madre.
Después de que el padre y el hijo habían cambiado unas cuantas palabras, llegó doña Lola con dos huevos pasados por agua, que era lo único que tenía en su cocina. Los puso sobre la mesa y ya se preparaba a servírselos a Ricardito. En ese momento un mal pensamiento cruzó por la mente del muchacho. Con un gesto de burla cogió los dos huevos y escondió las manos debajo de la mesa. Luego, poniendo una cara muy seria como de persona muy sabia, sacó un huevo y enseándoselo a su papá le preguntó:
"¿Cuántos huevos hay aquí?"
Don Paco, muy sorprendido, contestó: "Uno, hijo mío".
Entonces Ricardito, sacando los dos huevos al mismo tiempo, le preguntó de nuevo a su padre: "Y aquí, ¿cuántos huevos hay?"
Don Paco, con mucha calma, contestó: "Pues dos, por supuesto".
Ricardito, con una sonrisa de triunfo, le dijo muy contento: "Pues un huevo que teníamos primero y dos que tenemos ahora, suman tres. Por lo tanto, tenemos tres huevos en esta mesa".
Doña Lola se quedó muy seria viendo a su hijo. Y con mucha seriedad también tomó los dos huevos. Le sirvió uno a don Paco, se sirvió ella el otro y luego, dirigiéndose a Ricardito, le dijo: "El tercer huevo, cómaselo usted".
(Cuento extraído del libro almanaque Escuela para Todos de 1976)
Etiquetas:
cuento,
experimento,
tradición,
valores
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