El sábado mi abuelita estaba conversona, desde que regresó a su casa, luego de un lapso donde mis tíos se siente, nuevamente, dueña de su casa y de su vida.
En aquel barrio citadino se da una mezcla de generaciones extraña. Pocos tienen la edad de mi abuelita, la mayoría son gente madura, profesional, con hijos. Cuesta mantener el contacto y el espíritu de buen vecino cuando cada quien camina encerrado en una burbuja y a nadie le importa lo que le pasa al otro.
Sin embargo mi abuelita no es así, ella, chapada al barrio antiguo de Guadalupe, donde ellas se paseaban por la plaza mientras ellos jugaban y las madres cuidaban que ninguno se les acercaran, ella se sintió obligada una vez, a preguntarle a una vecina qué le había pasado. Llevaba rato que esta vecina andaba renca y se desplazaba sólo en taxi por esto.
Esta vecina le contó que se cayó en la acera por la farmacia Campos y que hasta estuvo en cama un buen rato, todavía andaba mala, pero ya había tenido que regresar a trabajar...
Después de este episodio, la vecina, agradecida, siguió buscando a mi abuelita, hablándole, visitándola, e incluso ahora, le regaló una corona de navidad adornada para la puerta de la casa. Dice mi abuelita que antes no la determinaba. Yo pienso que todos necesitamos hablar con alguien, saber no que les caemos bien, sino que la naturaleza permite desarrollar la amistad entre dos personas, que existe la empatía si nosotros lo queremos, y que por preguntar algo tan simple como eso, esa idea de soledad irreparable que a veces tenemos como autoconcepto, se puede cambiar por la idea de "en realidad sí hay gente que me ve".
¿Y mi abuelita? pues se siente curiosa, no le gusta que le hagan regalos, pero ella reconoce que esa pregunta fue la que cambió todo... ella se sintió obligada como vecina a hacerla. :)
2 comentarios:
pues ya ves, sea CR o Noruega, perdemos el detalle de sentirnos una comunidad. Gracias por tu visita, tu comentario y ojalá podás darte la vuelta por el MADC!
:)
Voy a ir hoy probablemente ;)
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