En el cole y en la escuela las profesoras de español siempre decían: "un párrafo tiene una idea principal y una o varias ideas secundarias", en las intenciones de la vida aplica lo mismo.
De razones, siempre hay una principal, las demás se amoldan o ayudan a reforzarla, adornarla.
Por ejemplo. A mí me pasa que, a pesar de mi orgullo audiovisual, muchas veces veo una película motivada por el actor que aparece. El argumento, el ritmo de la película, y la banda sonora, entre otras cosas, no le quitan protagonismo a la razón principal, sólo que no siempre lo digo, y, más bien, las otras razones secundarias vienen a cumplir con ese papel de adornar la principal, camuflarla.
Otro ejemplo es cuando damos miles de excusas (verosímiles e increíbles) para rechazar una invitación cuando en el fondo sabemos que lo que gritamos es "¿NO, NO ME INTERESA SALIR CON VOS, DEJAME EN PAZ!"
Pero mi favorito tiene que ver con ropa y vanidad. Me doy una vuelta por una tienda viendo (buscando), de repente encuentro un vestido específico (como uno verde, demasiado lindo, demasiado caro), luego de una sonrisa inicial me digo que lo puedo usar para esta situación o para aquella... La verdad apenas veo un vestido así, me imagino usándolo en UNA situación específica, luciéndolo perfectamente... el resto de ideas la adornan para justificar un gasto de ese tipo. Y, si al probarme el vestido la imagen mental se reproduce en el espejo, la sonrisa ya es definitiva.
De hecho a veces, cuando salgo con un chico me pregunto si acepté porque quería realmente salir con él, o para celebrar la victoria de conseguir lo que quería... apuesto a lo segundo, por eso no me he quedado mucho tiempo alrededor de nadie.
En medio de esa variedad, hay una razón principal oculta entre el tiempo y el espacio... Pero, para identificar la principal o el principal correctamente, hay que saber observar, algunas dirían, besar muchos sapos antes de encontrar al príncipe (que boli... :P)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario