llamada telefónica

Ayer me transportaste en un libro a tierras no tan lejanas pero que siempre me sorprenden. Tu visión del mundo, después de tanto tiempo sobre ese cuerpo, podría enseñarle lecciones al mundo.
¿Qué va a pasar cuando yo ya no pueda? ¿entonces qué haría?, me preguntaste. Y tuve que ser sincera: seguir viviendo.
Muchas son las formas de vivir. No sólo un corazón que late es símbolo de vida, y tu presencia, tus recuerdos, tu mente romántica, tu lucha diaria, tus resentimientos... son tan fuertes que sí, seguirás viviendo.
No puedo evitar sonreír al notar que nos parecemos en muchas cosas ahora que dices que haces lo que te da la gana, odio a la sociedad que te impidió esto antes... pero en ese momento no quedaba nada más que obedecer, aunque supieras que tus habilidades se consumían.
Amaste con todo tu ser, y te despediste de muchos con amargura, pero fue tan hermoso ver que te adornaba un azul y no negro el domingo... No por dejar el luto quienes amaste dejan de formar parte de ti, tiendo a pensar que, más bien se alegren de que vivas.
Sé que te preocupa mi soledad, pero en realidad no estoy sola. Sé que te preocupa que mi libertad me distraiga del amor y te mueres de risa cuando digo que él es el que está distraído. Sé que sabes que soy una luchadora y que haría cualquier cosa para evitar que sufras, pero no me dejarás saberlo hasta que, en una de esas llamadas espontáneas, desahogues tu soledad y pidas ayuda.
Sobre temas del corazón sé que te sientes a contratiempo, y no por mí, sino por tí, pero no te preocupes, algún día usaré bombos y platillos para que no quede duda alguna... las almas están destinadas a encontrar la paz en algún momento.