Primero un presón de los mil diantres por la ruta hacia Santo Domingo... ni modo, a irse por La Uruca y Calleblancos. ¿Destino? Guadalupe (de toda maneras el diagnóstico no era alagüeño con 3 semáforos en rojo antes de salir de Heredia)
Luego el de la Pozuelo... (no era tan raro)
Luego el de más arriba y el de más y más allá... (hoy no nos quieren..)
¡¡¡Pero es q casi 20 semáforos fue el colmo!!!
TODOS EN ROJO!!! (uno por culpa de un mocoso q decidió no pasar después de apretar el botoncito del semáforo peatonal - GRACIAS!)
Al final, la resignación tuvo q llegar (q qda...) y ya ni veíamos los semáforos... ROJO anyway...
Ya en el lugar de destino y con más calma me puse a observar a mi prima de 5 años brincar de una en una las gradas de la entrada y me recordó el efecto de los semáforos. Para ella cada brinco era la puerta al infinito y más allá!!, para alguien más desesperado al conducir, cada semáforo pudo haber sido el tiquete directo al más allá sin siquiera pasar por el infinito.
Y aunque a veces siento q, cuando escribo, pienso inmediatamente en el copy de una campaña, si creo q la vida es el infinito, el más allá debería llegar una vez agotadas todas las posibilidades del infinito.
3 comentarios:
Tal vez un semáforo un rojo, pueda traer muchos más cambios en tu vida de los que vos creés.
Un semáforo en rojo aparte de retumbar en la mente con un pronunciado "f#ck!", puede tambien ser un sello en el pasaporte del destino, quizá para bien, quizá para algo mejor.
Saludos!
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