Cuando se experimenta un dolor espantoso que sacude tus entrañas y más allá, sabés que no es físico.
Se siente cómo las raíces de tu vida se empiezan a desmoronar de a poquitos y el árbol se tambalea...
Pero también se pasa, por lo menos para los ojos ajenos. Te cansás de llorar... probablemente porque tu cuerpo es incapaz de generar más líquido salado y tus ojos te piden un descanso.
No. No todo acaba ahí.
Simplemente ya no tenés esa habilidad de externar tu dolor con emociones palpables.
Ya no te importa que te tengan o no lástima.
El buscar el recuerdo para que te obliguen a sacar las espinas se vuelve pasado y de repente sólo quedás vos... así: solo.
Como si fueras una caja aceptable por fuera, pero que nunca pudo haber sido más vacía que en ese momento y aunque la oscuridad pueda abarcar todo el volumen interno ya no te importa nada, ni siquiera tus propios miedos.
El sentido se esfuma, y si te abandonás a la nada, la ironía de la inexistencia te sirve de colchón... pero sólo por un rato.
¿quién te salva después de eso?
3 comentarios:
Sólo vos misma.
exacto.
no hay d otra
Solo que cuesta en puta...
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