La esquina de piedra

El contraste es máximo, sólo blanco o negro; los colores intermedios son para noches menos radicales.

Se alistó un par de botas, una gabardina beige, blusa negra, el color de labial de costumbre, más rubor para la ocasión, y pantalón semiformal. Por el bolso no había que preocuparse, conocía al de la entrada y, de todas maneras, nunca se lo habían revisado... nadie sospecharía que llevaba un arma para él.

Ya lo había dicho reiteradas veces, por él haría lo que fuera... y cuando decía esto no bromeaba, se había despojado de toda su voluntad para favorecer la de él, que se había convertido la suya. Ahora no había duda, eran una misma cosa y desde el momento en que ella dijo sí, el futuro ya tenía sentencia.

Era la primera vez que haría algo así, pero parecía como si tuviera experiencia: no temblaba, no sudaba, no tenía ni una sóla muestra de nervios o dudas, ella era la que pondría la operación en marcha y claro, la ocupaban desde el principio.

Un hombre sólo jamás podría hacer eso. El la necesitaba. Pero sólo para eso.

Todo ocurrió muy rápido: ella distrajo a la gente mientras él amenazaba a todos, asaltaba la caja y se la llevaba como rehen, mientras todo el mundo estaba en el suelo.

Y fue en la esquina de piedra... una de las balas era para ella, y así, nadie supo cuánto estaba involucrada, ni cuanto hizo por él...

Dicen sus amigos que sí la quiso, que quiso protegerla pero se le fue la mano...

Mentira.

Se protegió a sí mismo, porque nunca había tenido un control tan grande sobre alguien +, pero sobretodo... nunca nadie había ejercido tanto poder sobre él.