Hay un rumbo, hay un destino.
Hay caminos que se ven truncados porque no podían ser y otros que siguen adelante pese a las circunstancias y ante la vista y admiración de quienes los recorremos.
El camino que ahora empiezo va de la mano de una criatura esperada.
Una niña que me devuelve a lo escencial, a lo orgánico, a lo que simplemente es, sin cuestionamientos, sin dilaciones, pero con su tiempo particular, en el que no mandamos ni ella ni yo.
Tener a alguien más al lado va a ser de mucha ayuda, pero soy consciente de que el trabajo principal va a ser mío y de ella.
Hay muchas expectativas y un poco de miedo. Miedo al dolor, miedo a su dolor, miedo por lo desconocido. Natural ¿no?
Sin embargo va a llegar el momento.
Se necesitará una sintonía, valentía, concentración y un dejarse ir... por lo menos eso es lo que me imagino.
No puedo verme en este momento más que como una hija de la tierra, de la sabiduría del planeta, que indicará la ruta, las pausas, la música y el ritmo.
Durará lo que tendrá que durar, en el momento que decida comenzar en serio el viaje.
Por el momento solo espero un poco impaciente y ella ya sabe que la esperamos.
Sólo tiene que darme la mano para partir.
Y habrá luz y ella estará.
Simplemente estará allí y cambiará nuestra vida para siempre.